Buenos días, tardes o noches queridísima persona que sabe leer.


Hoy vengo a escribir sobre la culpa que puede surgir ante el malestar y cómo eso nos puede llevar a querer un cambio. El cambio se produce igual, porque la vida es así nos guste más o nos guste menos, pero cuando experimentamos incomodidad apetece más aire fresco.

Como persona que “se aburre” mucho, hoy confieso y asumo mi malestar con la cultura. Cuando me pongo a escribir me monto una batalla campal con lo que creo que son las cosas en sociedad VS lo que me sale del chumino en el momento y me gustaría. Cada vez veo más necesario jugar con la contradicción una vez tenemos asumido que somos animales humanos. Si vas de semi dios/a igual esto te cuesta un poco y te pierdes en el mundo de las ideas. Bájate, cari. No lo eres. Pero sí puedes optar por tu autenticidad radical.

Vamos a ello

¿Quiénes y cómo son las personas auténticas? tú darás la respuesta como te dé la gana, pero como estoy en mi blog, nos quedaremos con esta premisa:

LAS PERSONAS AUTÉNTICAS SON LAS QUE SE CUESTIONAN LA CULPA.



Vivimos en una sociedad en la cual a través de ciertos mecanismos más o menos cognoscibles sentimos culpa.
Como normas y expectativas sociales que definen qué es aceptable o deseable en términos comportamentales, de éxito, relacionales e incluso morales. En la que si no cumplimos con ellas nos sentimos inadecuadas o «incorrectas». Luego el juicio y el rechazo social que se genera cuando no cumples lo que se espera de ti, aquí estás ben fotut (o bien jodido) como decimos en Ibiza, porque los seres humanos tenemos una fuerte necesidad de pertenencia. 

También ojo con la culpa por el «éxito» y el «fracaso» porque cuando se valora el éxito en términos materiales, profesionales o académicos y que acaban definiendo así ciertas metas como deseables o alcanzables para todos, puede terminar por desembocar en una culpabilidad tremenda cuando no se «consiguen lograr». 

Algo similar surge cuando sí alcanzamos ese supuesto éxito y los de nuestro alrededor no lo hacen. Sentir culpa por nuestro propio éxito… algo conocido como «la culpa del superviviente» en la que nos sentimos mal por estar mejor que otros. Algo que experimenté muy fuerte en la etapa que estuve en el hospital ingresada y los años posteriores. Así como imagino que les sobrevendrá a muchas personas en Valencia cuando se les pase el shock.

Además de los roles de género y las expectativas familiares, ya que la sociedad impone roles y expectativas en función del género. Lo que lleva a las personas a experimentar culpa si sienten que no cumplen con lo que se espera de su identidad de género. Por ejemplo, las mujeres podemos sentirla cuando decidimos priorizar nuestra carrera sobre la familia o los hombres pueden sentirla si no cumplen con el rol de «proveedor». Las expectativas generan culpa cuando no se cumplen.

Por otra parte, encontramos los medios de comunicación y las redes sociales, que amplifican las expectativas a niveles bien heavys exponiéndonos a un constante bombardeo de ideales de vida, belleza, éxito y felicidad. Presentando lo que quieren enseñar como «normal» o «deseable» y al final, lo consiguen. Es más… hay una presión adicional de «autenticidad» y «transparencia», donde sentimos que debemos mostrar una versión perfecta y alineada con ciertas normas. Cosa que lleva a la culpa de no ser «suficientemente auténtico» y que también puede ser objeto de juicio. 

Jaja, una puta mierda vamos. 

Podría seguir largo y tendido, pero ahora vamos a razonar el malestar que genera esa culpa y el cambio que puede llegar a generarse.

El malestar en estos casos parece tener sentido bajo el prisma de la “cohesión social”, pero ya ahondaremos en ese tema durante otro café, ahora lo vamos a enfocar en el motor del cambio. 

De momento vamos a pensar en el malestar como una señal que nos indica que algo en nuestra vida no está alineado con nuestras expectativas, valores o necesidades. Esto invita a reflexionar y tomar medidas para “mejorar” según nuestro limitadito criterio lo que ocurre. 

Aquí es donde entra en juego la definición de “personas superficiales” y “personas profundas”. Las primeras serían aquellas enfocadas en aspectos más externos como la apariencia, el estatus social o los bienes materiales. Que no es necesariamente negativo. Luego estaría el grupo de los que tenemos esa inclinación natural a cuestionarnos el significado y el propósito de las cosas, reflexionar sobre temas complejos y construir conexiones auténticas y emocionales. Que no es necesariamente positivo.

Aquí dejo la famosa frase de mi abuela: “hay de todo en la viña del señor”.

Pero aunque no sea necesariamente positivo, sí que nos va a servir para cuestionar esta culpa en nuestro contexto social a través del “desmontaje de expectativas externas” y una reconexión con los propios valores y necesidades. Vamos a desglosar cómo podríamos abordar esta culpa de manera crítica y constructiva, para lo que dejaré unas preguntas que suelo hacerme cada vez que experimento culpa:


1. Identifica de dónde proviene la Culpa: interna o externa

  • Pregunta clave: ¿Esta culpa realmente nace de un valor o deseo propio, o está impuesta por expectativas sociales?
  • Para empezar, es útil cuestionar si la culpa que sentimos responde a algo que realmente valoramos o si surge de normas externas. Por ejemplo, si la culpa es por no cumplir con las expectativas de otra persona que no seas tú, pregúntate si esa expectativa que tienes es verdaderamente lo que te importa o si solo estás respondiendo a los deseos de otras personas.

2. Desmonta la Idea del “Éxito” como un concepto universal

  • Pregunta clave: ¿Qué significa el éxito para mí en realidad, fuera de los estándares sociales?
  • Muchas veces, sentimos culpa por no alcanzar metas que la sociedad considera deseables. Sin embargo, el éxito es un concepto totalmente subjetivo. Cuestiona si la idea de éxito ha sido moldeada por la presión social (estatus, bienes materiales, fama) o si tiene que ver con los propios deseos y aspiraciones personales. Se puedes redirigir la visión de éxito hacia algo más alineado con el bienestar, la paz y los propios logros, redefiniendo el éxito como algo que no está ligado a un estándar social único.

3. Desnormaliza las expectativas sociales: La variedad de caminos es natural

  • Pregunta clave: ¿Realmente todas deberíamos cumplir el mismo tipo de expectativas o roles?
  • Las normas y expectativas sociales a menudo asumen que todos los individuos deberían vivir y comportarse de la misma manera. Esta visión homogénea ignora la diversidad humana. Cuestionar esta perspectiva implica reconocer que cada persona tiene condicionantes únicos y que no todas podemos (ni debemos) vivir bajo los mismos modelos de éxito, relaciones o roles. La variedad de caminos y decisiones de vida es natural y legítima.

4. Acepta la imposibilidad de cumplir con las expectativas

  • Pregunta clave: ¿Es humanamente posible cumplir con las expectativas y roles que nos impone la sociedad?
  • La sociedad, en su conjunto, establece un conjunto de expectativas que a menudo son contradictorias e imposibles de cumplir al mismo tiempo. Ser “perfectamente exitosa”, “perfectamente auténtica” y cumplir con roles de género o familiares es inalcanzable. Reconocer la imposibilidad de cumplir con todo puede ayudar a reducir la culpa. No es una falla personal; es una consecuencia de una sociedad que impone demandas inhumanas.

5. La culpa del éxito y el “survivor’s guilt”

  • Pregunta clave: ¿Realmente debería sentirme culpable por el éxito propio o por estar mejor que otras?
  • La culpa del éxito a menudo proviene de la idea de que es injusto estar en una mejor situación cuando otros no lo están. Cuestionar esta culpa implica reconocer que nuestro bienestar no perjudica a los demás. Puedes, en cambio, canalizar la energía de esta culpa hacia acciones de solidaridad y empatía, sin cargar emocionalmente con algo que no está bajo tu control, como las circunstancias de los demás. El éxito puede ser una oportunidad para inspirar o ayudar, no una causa de vergüenza.

6. Rechaza la “autenticidad Impuesta” de las redes sociales

  • Pregunta clave: ¿Qué significa realmente ser auténtica para mí?
  • La presión para mostrar una autenticidad perfecta en redes sociales es una paradoja que genera culpa por no encajar en una versión ideal de uno mismo. La autenticidad real no significa mostrar una versión “editada” para cumplir con un estándar de autenticidad, sino ser fiel a quién eres, sin necesidad de exhibirlo para validación. Cuestiona la noción de autenticidad en las redes y redefine lo que ser auténtica significa para ti en tu vida, sin las exigencias de exposición o aprobación externa.

7. Rompe los roles de género como modelos de valor absoluto

  • Pregunta clave: ¿Qué rol es el que realmente deseo desempeñar, independientemente de mi género?
  • Los roles de género son expectativas construidas y no reflejan necesariamente los deseos personales. Cuestiona la fuente de tus decisiones y considera si estás siguiendo un rol de género solo porque se espera de ti, o si responde a una auténtica inclinación. Eliminar la culpa por roles de género implica aceptar que los deseos y prioridades personales (como priorizar la carrera sobre la familia, o viceversa) son completamente válidos sin importar el género.

8. Practica la autoaceptación y el autocuidado como antídoto a la culpa social

  • Pregunta clave: ¿Cómo puedo cuidarme y aceptar mi camino, en lugar de compararme constantemente con un estándar externo?
  • La autoaceptación y el autocuidado son contrapesos importantes para la culpa social. Reconocer y valorar tu propio camino, tus logros y decisiones es esencial para liberarte de la culpa. Practicar la autoaceptación te ayuda a sostener un sentido de identidad que no depende de cumplir expectativas externas, sino de respetarte a ti mismo y tu propio proceso.

Como conclusión

Cuestionar la culpa impuesta por la sociedad implica tomar una postura crítica y reflexiva frente a las normas y expectativas externas. Este proceso es una invitación a redefinir el éxito, los roles y la autenticidad desde una perspectiva personal y no social, aceptando la diversidad de caminos y abandonando la necesidad de cumplir con estándares inalcanzables o IRRELEVANTES para tu propia vida y el bienestar general, que nos guste más o nos guste menos, estamos en el mismo puto planeta. La clave está en separar las culpas útiles de las que no lo son, desmantelando aquellas que solo sirven para ajustar a modelos sociales que no necesariamente reflejan tus valores o necesidades reales.

Recuerda, si te da la gana, que nadie puede decirte lo que necesitas porque solo tú conoces tus necesidades fisiológicas, de seguridad, de pertenencia (y amor), de estima, de autorrealización, de conocimiento y comprensión, así como de estética y trascendencia ¡Nadie tiene tu carga genética, tus experiencias ni tu forma de estar en el mundo!



Salud, café y muchas filosofadas 🙂

2 comentarios en «¡Pecadora!»

  • ¿Cabría la culpa patológica en una mente con un refinado sentido de la responsabilidad, del yo, y de los otros?
    Hace poco me mostraron un tiktok que me dejó maravillado: una mamá le pedía a su nena que arrugase un papel, convirtiéndolo en una pelota, para seguidamente volver a extenderlo, recomponiéndolo. Luego le preguntó si el papel seguía siendo el papel, a lo que la nena respondió que sí. Pero claro, ya no estaba igual, ya nunca volvería a ser el mismo. Ay, la pobre nena… la primera vez que fue consciente de las consecuencias irreparables de sus actos. Pecadora.

    • Buena pregunta… la culpa patológica, sería la culpa como costumbre…
      La nena vive, experimenta y juega. Podríamos alargar el tik tok enseñándole a pegar los cachos esparcidos del papel y enseñarle la belleza que existe en el pegamento que ha permitido unir esos elementos, quizás.

      Todo, menos la muerte, tiene solución. Pero nada vuelve a ser lo mismo.

      Instalarse en la culpa como costumbre, me/la identifica como pecadora.
      Cuando se entiende que lo que es conllevará un cambio y dejará de ser lo que se conocía para ser otra cosa, se aprende

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