Me preocupa el mundo y me da tanto miedo la incomprensión entre iguales que me entran ganas de huir o pelearme.
He escuchado la televisión un momento porque la han encendido en el salón. Venga noticias sobre Rusia y Ucrania y un hijo de los mil demonios que ha matado a su hijo en su 11 cumpleaños.
He subido a mi cuarto, sentía que alguien me tiraba del pelo y me arrastraba por las escaleras mientras cargaba una mochila llena de piedras gigantes sobre mi espalda. He llegado y me he puesto a escribir como una condenada.
Controlo mis ganas de ver el mundo arder de esta manera.
Posiblemente a mis iguales (tú) también les(te) ocurra algo similar, por eso se(te) alejan(s) de lo que les(te) genera molestia o intentan(s) imponerse(te) sobre lo mencionado.
Cuando pienso en este hecho me pongo triste por lo difícil que hacemos lo fácil y me cuesta definirlo sin parecer gilipollas.
Quiero hacerme a la idea de las vivencias de todas las personas con las que hablo para adaptarme a ellas y disfrutar sin querer irme o partirles la boca.
Pero me encuentro con más capas que una cebolla para siquiera poder acercarme a la esencia de las individuas e individuos que no veo más que como diferentes tipo de flores que forman parte de un jardín muy grande y que se dan la importancia de un ecosistema entero.
Regar permite que crezcamos, cultivarnos nos vuelve hábiles en el riego.
Lo típico de si das a los demás, te das a ti mismo y mientras más te cuidas,
mejor cuidas a los demás.

Esto me motiva a pensar que puedo cambiar el mundo sembrando, dándole a las flores lo que les permita crecer sanas.
(puedo regar el mundo con palabras)
La humanidad se compone de muchos yoes, la buena vida de muchos buenos días, de muchas buenas horas y así, ad infinitum…
No me convence el mundo feliz porque crecer es romperse cada día un poco. Dándome cuenta de que por muy fácil que puedan llegar a resolverse las cosas, si nadie se para a escucharse, será una mierda todo.

Me gustaría que las personas se comprendieran a través del lenguaje e intentasen comprender cómo ve el mundo la otra persona. Sin caer en la inercia del día a día.

Por todo esto, me gustaría compartir la metáfora con la que le regalé el bambú a mis amigos:
cuando riegas a un bambú, lo tienes que hacer sobre el agua ya utilizada y no cambiársela para ponerle nueva. Has de poner agua limpia sobre sucia. Y esto es lo que haremos nosotras.
Creceremos con más fuerza utilizando el agua estancada y añadiendo nueva cuando nos haga falta.