La gerascofobia, palabra que proviene de las raíces griegas geraskós (envejecer) y fobos (miedo, temor), es una manifestación compleja que encuentra el porqué de su existencia en diversas estructuras sociales, culturales y emocionales. Cuando fui al cine a ver la película Substance, vi la interacción de muchísimas narrativas que activan procesos fisiológicos, cognitivos y conductuales en nuestro día a día. A través de la historia este miedo se ha ido manifestando de diferentes maneras: en las relaciones personales, la lucha por mantener una apariencia juvenil y en la constante comparación con modelos de belleza y éxito en la sociedad. A veces me atrevo a lanzar el grito al cielo con este tema, pero la mayor parte del tiempo me callo la boca. No vaya a ser que haga sentir mal a alguien que ya se siente mal por sus propios modelos mentales insertados por una sociedad que vive con el fast delante de todo: fast-fashion, fast-food, fast-delivery, fast-beauty… y que me atribuiría a mí intenciones que están lejos de mi realidad, haciéndome sentir incomprendida y por ende, mal.

Volviendo a la película…. podría abordar el tema del miedo a envejecer con la/s protagonista/s (y los otros personajes que forman parte de la trama) que, al enfrentar el paso del tiempo, se sienten atrapadas en un ciclo de ansiedad y desesperación. Las personas que sufren de gerascofobia a menudo perciben el envejecimiento como un proceso aterrador relacionado con la pérdida de control (algo que nos hace enloquecer), la disminución de su valor social y físico, así como la sensación de no poder cumplir con las expectativas de una sociedad que valora la juventud por encima de todo. Gerascofobia o no, la realidad es que observo este sentimiento en la mayor parte de comportamientos de personas que me rodean, a veces en mí también. Pero corregirse es de sabios. Sentimiento de inutilidad, sobreexposición en redes sociales junto a lo que queremos que se nos identifique, elementos infantiles que resaltan la inocencia…

Me pareció que la película podría representar muy bien este miedo como un reflejo de la inseguridad de los personajes, quienes quizás intentan aferrarse a una imagen juvenil que ya no corresponde con su realidad, lo que les lleva a vivir en un estado constante de angustia. En nuestra sociedad lo vemos diariamente reflejado en operaciones estéticas, filtros o maquillaje, ocultación de partes valoradas como “imperfectas”, métodos “mágicos” para conseguir X para parecer menos Y porque la sociedad valora X, pero no Y, y un largo etcétera.

El miedo, como emoción básica, es una respuesta evolutiva que ayuda a los seres humanos a identificar y evitar amenazas como expliqué en las anteriores entradas. Sin embargo, cuando ese miedo se extrapola a cuestiones culturales o sociales, como el envejecimiento, puede convertirse en una forma de violencia psicológica contra uno mismo. La violencia que se genera no es tanto física como emocional: la constante preocupación por el envejecimiento, la presión por mantener una apariencia juvenil y la angustia por el paso del tiempo se ve ejemplificada genuinamente en esta película (olé Coralie Fargeat). Esto puede llevar a conductas autodestructivas, como el uso excesivo de intervenciones quirúrgicas, o incluso el aislamiento social, por miedo a ser juzgados o no ser vistos como «útiles» o «bellos». Grotescamente expuesto en Substance.

Los ideales impuestos por medios de comunicación, publicidad y normas culturales nos han metido el miedo a envejecer con calzador. Obviando que hace pocos siglos ya eras un viejo a punto de palmarla con 40 años, claro. Asociamos la juventud con el vigor, la energía y el atractivo, la vejez (suele estarlo) con la decadencia, la enfermedad y la irrelevancia. La cultura de consumo perpetúa este pensamiento dicotómico promoviendo imágenes de cuerpos jóvenes, saludables y perfectos como ideales de belleza y éxito. Ideal que ejerce una presión social digna de asemejarse a toneladas de mierda de elefante sobre una persona, tanto en mujeres como en hombres. La vejez no se ve como una etapa natural de la vida, sino como algo que debe ser evitado a toda costa, llevándonos a modificar nuestro estilo de vida. (No me refiero a que si tienes el estilo de vida de una ameba y decides moverte por miedo a envejecer estés haciéndolo mal. Habría que hablar de cada caso particular, aquí sólo vengo a soltar mis mierdas sobre la problemática)

Volviendo al tema, digamos que la asociación de la vejez con la fealdad tiene raíces históricas, culturales y sociales (como casi todo lo que percibimos, ya sé que me repito más que el ajo, pero es que no quiero parar). Desde el Renacimiento, por ejemplo (obviando también que la belleza se asocia con buena genética y somos animales que buscan procrear para la supervivencia de la especie), los estándares de belleza se basaron en proporciones juveniles y en la simetría facial y corporal. Promulgados mayormente por la Iglesia, ¡qué asociación más tonta acabo de hacer! A medida que va pasando el tiempo, la juventud se asocia con atributos positivos, mientras que la vejez ha sido históricamente vista como una etapa de pérdida de esas cualidades.
Además, la representación de la vejez en la cultura popular (en el cine, la televisión y el arte) ha tendido a enfatizar características como las arrugas, el cabello canoso o la pérdida de firmeza en la piel, como elementos de la «decadencia». El envejecimiento no sólo se entiende como lo que es, una fase biológica, sino también una construcción social, que ha sido teñida de negatividad debido a la forma en que la sociedad valora la juventud y la estética.

El miedo, como mencionaba antes, es una respuesta emocional básica que tiene como objetivo protegernos de situaciones peligrosas. Evolutivamente, este miedo ha sido fundamental para nuestra supervivencia. Sin embargo, el miedo puede volverse disfuncional cuando se activa en situaciones que no representan una amenaza real, pero sí emocional o psicológica.
En el contexto de la gerascofobia, el miedo al envejecimiento es una respuesta condicionada que no solo proviene de experiencias personales, sino también de las asociaciones sociales y culturales que hemos ido internalizando. Las imágenes de envejecimiento como algo negativo, la idea de que envejecer significa volverse «invisible» o «irrelevante», son conceptos profundamente arraigados que se nos transmiten desde jóvenes. Estas creencias nos llevan a asociar la vejez con la percepción de pérdida: pérdida de atractivo, de poder, de salud, de relevancia en la sociedad.

El miedo a envejecer, junto con otros miedos sociales, puede llevar a las personas a volverse hipervigilantes. Personas demasiado conscientes de su apariencia, de sus hábitos y de cómo son percibidos por los demás. Esta constante vigilancia puede crear una sensación de ansiedad constante, ya que sienten que cualquier pequeño cambio en su apariencia o en su cuerpo podría ser un indicio de envejecimiento. La hipervigilancia sobre el paso del tiempo y la imagen corporal puede llevar a comportamientos de lucha o huida: optar por procedimientos estéticos, buscar tratamientos antienvejecimiento o, en el peor de los casos, aislarse por miedo a ser juzgados o rechazados por su apariencia.

El miedo también puede llevar a las personas a buscar protección en las formas de validación externa: redes sociales, afirmaciones incesantes sobre la juventud o la belleza, y la constante comparación con los demás para asegurarse de que no están perdiendo su valor. A mí, por ejemplo, el miedo a envejecer tiene relación con mi discapacidad y mi miedo a depender excesivamente de alguien para vivir o autorregularme. Cosa que en sí no es mala, pero ahí está, y ahí estoy yo. Aprendiendo a equilibrar. Si tú no sabes lo que te da miedo, es que haces pocas cosas y te conoces poco.
¡Sapere aude!

Como conclusión:
El miedo a envejecer en una sociedad que privilegia lo joven y la belleza es un fenómeno que está fuertemente condicionado por normas culturales, expectativas sociales y la construcción de la identidad a través de imágenes visuales. Este miedo, alimentado por la violencia simbólica de las representaciones de la vejez, puede hacer que las personas vivamos en un estado de hipervigilancia constante, luchando contra el paso del tiempo o buscando protección a través de la conformidad con los ideales de juventud. Sin embargo, cuestionar estas normas y abrazar el envejecimiento (o cualquier otro proceso fuera del discurso hegemónico) como una parte natural y hermosa de la vida puede ser una forma de liberarnos de la presión social y de crear una visión más saludable y equilibrada de nuestro propio proceso. El que sea.
La política tiene una responsabilidad clave en la creación, perpetuación y transformación de fenómenos sociales como el miedo a envejecer, ya que las políticas públicas, las leyes, y las decisiones gubernamentales tienen un impacto directo sobre las normas culturales, los valores sociales y las estructuras económicas que configuran las percepciones de la vejez. El fenómeno del miedo a envejecer no solo es un asunto individual o cultural, sino que también está estrechamente vinculado a cómo los gobiernos gestionan la discriminación por edad, las políticas de bienestar social, y las representaciones mediáticas que influencian la vida de las personas.
Pero bueno, aquí no me voy a meter que no quiero finalizar el post hablando sobre lo que opino de las pensiones. Más bien, terminaré haciendo hincapié en cómo creo que el miedo a envejecer está profundamente interconectado con el miedo a la muerte porque nos confronta directamente con la fragilidad de nuestra existencia y la irreversibilidad del paso del tiempo. El envejecimiento es un recordatorio constante de nuestra mortalidad. ¿Cómo no vamos a evitar preguntas existenciales sobre el significado de la vida, el valor de la juventud y la inevitabilidad de la muerte en una fast-society?
A ver quién ríe frente a Thanatos si no entiende que es hermano gemelo de Hipnos porque no se para a divagar.
