Tenía escrita desde hace dos domingos una entrada en la que hablaba sobre el asco, pero no sé donde fue a parar…



Por lo que hoy me voy a decantar por escribir sobre lo previo al asco (entre otras millones de cosas); ¡LA PERCEPCIÓN!

Y te doy licencia para pensar que me voy a poner mística, porque cuando leo esta palabra a mí ya me vienen imágenes de alguien recibiendo señales de cosas que cree poder llegar a interpretar con lo interno o ya experimentado y que le son externas. Algo así como una «vibra» fomentada por una simbología que le recorre sus más adentros, pero que viene de más afuera, ya sabéis, una sabiduría popular representada sutilmente en el inconsciente colectivo. No sé si me explico. Obviamente no, no me estoy explicando una mierda. Sólo te estoy entreteniendo con mi palabrería, porque eso es toda percepción aclarada.

A lo que voy, te hablaré de un TEMAZO que me ha mantenido la mente abierta durante 10 años y los que me queden. Pero que también me ha provocado muchísima inseguridad y una sensación repetitiva de incapacidad que me ha llevado a hacerme «gaslighting» o luz de gas, lo explico para los lectores que simple y llanamente no lo conocían:

​​»Éste comportamiento es un tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia realidad.​ Consiste en negar la realidad, dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa con el fin de hacer dudar a la víctima de su memoria, de su percepción.​»

Definido el concepto, estaría bien que te preguntaras: ¿Cuántas veces he cambiado mi propio discurso para protegerme de algo que me hacía daño? Pero eso después, ahora me sigues leyendo que viene lo interesante:


Imagina la percepción como el músico que interpreta una sinfonía de estímulos sensoriales, transformando ondas de luz, sonido y tacto en una experiencia rica y multifacética. Cada nota, cada tono, cada textura, se convierten en una melodía única que resuena en la sinfonía de nuestra mente.

No es simplemente un acto pasivo, sino un acto creativo y activo. Es como si fuéramos directores de escena en nuestro propio teatro sensorial, seleccionando cuidadosamente qué detalles destacar y cuáles dejar en la penumbra (con nuestra atención, pero de esto ya hablaré en otro post). A través de esta danza delicada entre nuestros sentidos y nuestra mente, damos vida a nuestra propia versión de la realidad.

Además, es dinámica y cambia con el tiempo. A medida que aprendemos, crecemos y experimentamos, nuestra forma de interpretar el mundo también evoluciona. Es como si estuviéramos esculpiendo una obra maestra en constante transformación, añadiendo capas de profundidad y complejidad con cada nueva experiencia (lo que vienen siendo las sinapsis que se forman con la práctica).

En última instancia, la percepción es una herramienta poderosa que nos permite dar significado y contexto a nuestro entorno. Dándonos así la capacidad de apreciar la belleza, entender el mundo y conectarnos con los demás. Lo que (entre otras muchas cosas, repito, lo sé lo sé… es que hay demasiadas) nos permite interactuar y coexistir. (Suelo pensar que sin contemplación del arte y práctica de juego, no habríamos formado la sociedad, pero esto es otra divagación)

Así que, celebrar la riqueza y la profundidad de la percepción, reconociendo que cada uno de nosotros es un artista (como dice mi abuela) en su propio derecho, dando forma y color al mundo a nuestra propia manera.
Sin embargo, este útil milagro evolutivo tiene sus taras a tener en cuenta en una sociedad tan interconectada como la nuestra.

**Redoble de tambor** (entran los sesgos por la parte de atrás del escenario de la entrada)

Imagina que cada experiencia, cada emoción, cada pensamiento es como un hilo que contribuye a la percepción de cada persona.

¡Taraaaaa! Te presento a los protagonistas de nuestra percepción:

Los sesgos, como pequeñas agujas que guían nuestros movimientos, nos ayudan a tejer la realidad con rapidez. Sin embargo, como con cualquier arte, a veces estas agujas pueden crear patrones inesperados. Pueden influir en cómo percibimos lo que nos rodea, pintando el lienzo de nuestras mentes con pinceladas subjetivas.

Reconocer esta construcción personal nos invita a honrar y respetar las diferentes interpretaciones que tiene la peña. Nos desafía a ser conscientes de nuestros propios sesgos y a abrirnos a las ricas perspectivas que otros tienen para ofrecer.

Pero aunque la realidad sea la construcción particular de cada quién, tenemos la capacidad de escuchar, ver, tocar, saborear y/o oler y tener presentes estas sensaciones para nuestra construcción personal. O no, y por el contrario, guiarnos por cualquier mierda que se nos ocurra, pero siempre con la opción de poder prestar atención a lo que nos dé la gana o toque vivir para ayudarnos a conformar una vida muy pintoresca. Lo típico que tus amigas te dicen: «nosotras te podemos avisar, pero hasta que no lo experimentes tú no nos vas a creer. Aquí estaremos». Tiene mucho más sentido cuando entiendes que eres la dueña de tu vida y nadie la puede vivir por ti porque ya tiene su historia…

¡Cómo para encima cargar con el peso de lo que hagas tú con la tuya!

Dicho lo cual, qué te vaya bien el día, revísate y haz caso de lo justo. Vive con la intensidad de tus sentidos. A ver de qué color pintas tu mundo.

(Me podría representar la marca Alpino de colores)

Siempre rebelde con tu café en mano.




Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *