Tantos hilos deshilachados que una aprende a coser hasta con la motricidad fina regulinchi.

Compararé el cuidado propio y el de los demás con las finanzas personales, ya que como comenté en mis anteriores post, la vida me parece una constante entre el orden y el caos, que se extiende a las áreas que conforman la realidad. Motivo por el cual ando explorando cómo relacionarme con cada conocida parcela que compone mi existencia. Me gustaría que te sirviera para sacarte un poquito de la tuya y que con esto te permitieras reflexionarla a vista de pájaro. ¿Pero, de verdad puedo hacer una comparativa útil entre los cuidados y las finanzas?

Vamos a verlo…

Las analogías me chiflan. Nos permiten pensar sobre lo pensado de muchas formas, ya que por lo general “somos el resultado de lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros” (como diría Sartre). Las finanzas requieren gestión, balance y decisiones conscientes para mantener un flujo óptimo y sostenible en el tiempo, ¿no?

Pues los cuidados también, pero con otro lenguaje. Lo podríamos relacionar así:

1. Balance entre Inversión y Gastos. Invertir en uno mismo:

Si invertir en activos de calidad aumenta el valor de una cartera financiera, ¿cuáles son los activos de calidad en el cuidado personal para aumentar la capacidad de enfrentar las «mierdas» de la vida? La dedicación de tiempo y recursos a la salud, el descanso, la formación personal y el bienestar emocional.

También es lógico pensar en los gastos hacia los demás: El cuidado de otros requiere una «inversión emocional» similar a los gastos en finanzas. Toca evaluar cuánto estamos dedicando a los demás y asegurarnos de que no está afectando nuestra estabilidad emocional o física, de la misma forma que no debemos gastar más de lo que tenemos en el banco para no endeudarnos.


2. Crear un “Fondo de Emergencia” Emocional Cuidar la resiliencia y el bienestar:

un fondo de emergencia financiera proporciona estabilidad frente a imprevistos; pues un fondo emocional (tiempo y energía reservadas para nosotras mismas) nos permite mantenernos fuertes en situaciones difíciles. Este fondo emocional se construye (en mi caso y en el de muchas otras personas) con prácticas como la meditación, el ejercicio o la escritura.

Evitar el “agotamiento de recursos”: si damos demasiado de nuestro cuidado a otras personas y no reservamos suficiente energía para nosotras mismas, podemos agotarnos emocionalmente, igual que quedarnos sin dinero en caso de emergencia.



3. Establecimiento de Prioridades y Presupuestos. Crear un “presupuesto de tiempo y energía”:

Al igual que en las finanzas personales, el cuidado requiere un presupuesto de tiempo y energía. Así como asignamos dinero a prioridades importantes, debemos reservar tiempo y energía para aquellas personas y actividades que son realmente significativas. Porque como dice mi buen amigo Xavi: “hay que saber bien a quién o qué le dedicas la energía y vitalidad, porque si no hay equilibrio, esos cuidados no vuelven”.

Gastos intencionales: tanto en las finanzas como en el cuidado, es útil hacer gastos intencionales. Esto significa no gastar (en este caso, tiempo y cuidado) en personas o situaciones que no son realmente importantes o que no aportan al bienestar general.



4. Ahorro para el Futuro. Invertir en el autocuidado: Igual que en las finanzas, donde se debería procurar ahorrar para el futuro (aunque cada vez sea más complejo y esto acabe generando una dependencia obligatoria a relaciones de poder que pueden terminar siendo abusivas), el autocuidado es una inversión en nuestro bienestar a largo plazo.

Practicar hábitos saludables y reservar tiempo para una misma es como crear un ahorro que fortalecerá nuestra salud y bienestar en el futuro.

Evitar el endeudamiento emocional: En finanzas, endeudarse puede ser perjudicial cuando se pierde el control; en el cuidado, una forma de “endeudamiento” es comprometerse a más de lo que podemos dar, lo que resulta en agotamiento y resentimiento. Es importante cuidar a los demás sin olvidarnos de nosotras mismas, asegurándonos de no desgastarnos más allá de nuestras posibilidades. Aquí es cuando valoraría más de lo que valoro ya LA COMUNICACIÓN. Debido a que con los años me he dado cuenta de que por lo general las personas no decimos lo que pensamos porque nos creemos que eso tiene alguna función óptima para la sociedad, o alguna otra tontería inconsciente que acaba llevando a malentendidos.


5. Diversificación de Recursos. Diversificar las fuentes de bienestar: así como diversificamos inversiones para reducir riesgos, debemos diversificar las actividades y relaciones que nos dan bienestar. Mi buena amiga Mayka me dijo el otro día: “prefiero no pedir a alguien que ya me ha llevado al aeropuerto que lo haga otra vez tan seguido, porque aunque a mí no me importaría, no quiero sobrecargar” bueno, no lo dijo exactamente así, pero digamos que ese fue el mensaje que interpreté. Tener distintas fuentes de apoyo y cuidado personal (como amistades, actividades que disfrutamos y momentos de soledad) ayuda a mantener nuestro bienestar equilibrado.

No depender solo de una persona para el cuidado emocional: como en las finanzas, depender de una única fuente es peligroso. Confiar únicamente en una persona para nuestro bienestar puede llevar a la sobrecarga de esa relación, mientras que diversificar las fuentes de cuidado (incluyendo el autocuidado) promueve una vida más equilibrada.

6. Revisión Periódica y Ajustes Revisar los “gastos de energía y tiempo”: en las finanzas, revisamos nuestro presupuesto y gastos para asegurarnos de que estamos alineados con nuestras metas. De igual manera, es útil revisar regularmente cuánto tiempo y energía estamos dedicando al autocuidado y al cuidado de los demás, y si esa distribución es saludable o necesita ajustes.

Adaptarse a las circunstancias: Igual que en finanzas, donde ajustamos nuestro plan de acuerdo a las circunstancias, en el cuidado personal y de los demás también es importante adaptarnos. A veces, necesitaremos dedicar más energía a nosotros mismos, y en otras ocasiones, podremos dar más a los demás.

7. Cuidado como “Capital Emocional”. Aumentar nuestro capital emocional: así como el capital financiero es acumulado y crece con el tiempo, cuidar de nosotras mismas aumenta nuestro capital emocional, haciendo que tengamos más para ofrecer a los demás. Esta reserva emocional nos permite cuidar de otros desde un lugar de abundancia y no de carencia.

Retorno de Inversión emocional: Al igual que esperamos que nuestras inversiones financieras generen retorno, en las relaciones también debemos observar si el cuidado que damos tiene un impacto positivo. Aunque no debemos esperar reciprocidad exacta, en relaciones sanas, el cuidado fluye en ambas direcciones, generando bienestar para ambas personas.

8. Estrategia de Cuidado a Largo Plazo Planificar el autocuidado como una estrategia de vida: Así como planificamos una jubilación financiera, planificar el autocuidado y las relaciones sanas es una estrategia a largo plazo para asegurar nuestro bienestar. Esto incluye practicar hábitos saludables y rodearnos de personas que nos aporten positivamente, como un «plan de retiro» emocional en el que sentirnos seguras.

Invertir en relaciones de calidad: Igual que en finanzas, donde buscamos inversiones seguras y beneficiosas, en el cuidado de otros debemos invertir en relaciones de calidad, en lugar de dedicar recursos a vínculos que no son constructivos y que nos producen malestar.


El Cuidado como Antídoto a la Sociedad del Cansancio.

Todo esto cobra más sentido cuando observamos el papel del cuidado en la sociedad del cansancio. El acto de cuidar, en este contexto, no es solo una necesidad, sino una resistencia, un gesto de desaceleración en un mundo de autoexplotación. Vivimos en una época donde el rendimiento y la productividad se valoran más que el bienestar; cuidarse es un acto revolucionario en un sistema que desprecia la lentitud.


El Cuidado como Respuesta al Desastre: las reflexiones finales de lo escrito hoy y tras la reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha azotado a Valencia es palpable la estela de destrucción y sufrimiento que trasciende lo material. Las calles anegadas, las viviendas arrasadas y el desplazamiento de las personas no son simplemente tragedias aisladas, sino síntomas de una crisis más profunda que enfrentamos en la sociedad contemporánea: una desconexión con el cuidado esencial que debemos a nuestro entorno, a nuestra comunidad y a nosotros mismos. En un mundo marcado por la velocidad, el consumo y la indiferencia, la catástrofe provocada por la DANA nos obliga a detenernos y reflexionar sobre el papel del cuidado como respuesta a los desafíos ambientales y humanos de nuestro tiempo. Cuidar del entorno es una responsabilidad ineludible. No se trata únicamente de un acto de “sostenibilidad”, sino de una reconexión con la realidad de nuestra propia vulnerabilidad. La naturaleza no es una máquina al servicio del ser humano; es una entidad viva de la cual dependemos, y de la que formamos parte. Cuidar la comunidad en la catástrofe implica apoyo, una práctica de solidaridad que fortalece los lazos humanos en la adversidad. Las redes de apoyo, el voluntariado y la solidaridad con quienes han perdido todo son un acto de resistencia frente a la indiferencia y el aislamiento. El desastre en Valencia también nos recuerda que el cuidado es una responsabilidad política. La prevención no puede depender solo de la suerte o de la respuesta tardía; el cuidado implica planificar con conciencia climática e invertir en infraestructuras que pongan la vida en el centro.

¡SALUD, CAFÉ Y MUCHAS FILOSOFADAS!

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