¡Buenos días, tardes o noches cafeteras de domingo a las que les resulta irrelevante el día de la semana en que publique porque lo leerán cuando les venga bien!
Qué saludo más largo me ha quedado… pero es el primero que me ha salido. ¿Podría ser de otra forma? pues obvio ¿no?
si lo hubiera pensado o me tomara la molestia de corregirlo para que se hiciera menos pesado. Pero ya ves, eso de repasar cosas que hago por gusto no entra en mi lógica.
Lo que pasa es que me gustan muchas cosas.
Muchas, muchas… y eso implica una gran responsabilidad (porque es un gran poder, píllese la referencia)
Todos los días te gustan muchas cosas y tienes que tomar muchas decisiones, grandes y pequeñas, que marcan el rumbo de nuestras vidas. Desde cosas aparentemente sencillas como elegir qué café pedir por la mañana, hasta decisiones que pueden cambiar el curso de nuestras relaciones, trabajos o bienestar emocional. A veces, estas decisiones pueden parecer caóticas, confusas, y en medio del caos interno surge la necesidad de encontrar un equilibrio entre lo que queremos hacer y lo que debemos hacer.

Hace poco encontré (me la dio mi neuropsicóloga, no vamos a ir aquí de ocurrentes) una herramienta muy útil para decidir: la metáfora de un semáforo. Este semáforo, que a primera vista parece un mecanismo simple, tiene tres etapas que te permiten detenerte, reflexionar y luego actuar de manera más consciente. Y, curiosamente, este sistema de tres pasos resuena con las fuerzas que representan Apolo, Dionisio, Atenea y Afrodita. (qué me gustan a mí unos buenos dioses griegos para explicar las movidas eh)
Vamos con el semáforo, que echo aquí la noche al final:

Rojo: Parar
Cuando el semáforo está en rojo, es el momento de parar. Esta fase es crucial para frenar el impulso y darte un momento para reflexionar antes de tomar acción. Aquí es donde entra en juego Apolo (y también Atenea). En esta etapa, lo apolíneo invita a pensar racionalmente, a organizar pensamientos y observar el escenario desde una perspectiva lógica.
Al igual que Apolo simboliza la luz, la claridad y el orden, el «rojo» obliga a dar un paso atrás y observar la situación sin dejarme llevar por las emociones inmediatas. Es el momento de preguntar: «¿Es esto lo que realmente quiero? ¿Por qué quiero lo que quiero? ¿Qué impacto tendrá esta decisión en mi vida y en las personas que me rodean?» La fuerza de Apolo ayuda a no dejarnos arrastrar por las emociones del momento y a valorar la sabiduría, tal como lo haría Atenea, quien ofrece claridad y estrategia antes de actuar.
En un mundo lleno de estímulos y presiones, la capacidad de detenerse antes de reaccionar es esencial. El «rojo» apolíneo debe recordar que no todas las acciones deben ser impulsivas y que a veces el primer paso hacia una buena decisión es simplemente frenar.
Amarillo: Pensar
Cuando el semáforo está en amarillo, hay que tomarse un tiempo para reflexionar. Esta fase permite evaluar el deseo de avanzar, sopesar el impulso de Dionisio y de Afrodita. Mientras que Apolo y Atenea piden control, Dionisio y Afrodita llaman a conectar con nuestras pasiones, deseos y emociones. En este punto, cabe la pregunta de: «¿Quiero hacer esto? ¿Qué deseo profundo me empuja a esta acción? ¿Cómo me sentiré si avanzo?».
Aquí, permitir que las fuerzas dionisíacas y afrodíticas entren en juego. El amarillo es la fase en la que no se deben negar las emociones ni los deseos; al contrario, reconocerlos y los explorarlos. Afrodita, como diosa del amor y el placer, conecta con lo que motiva, lo que apasiona e impulsa. ¿Qué es lo que deseo en el fondo? ¿Es una decisión que surge desde el corazón, desde el placer o la conexión emocional? Dionisio, en su versión más liberadora, anima a dejar de lado las inhibiciones, pero este momento de pausa (el amarillo) permite encauzar esa energía.
Al integrar las fuerzas de Dionisio y Afrodita, podemos reconocer que no todo en la vida debe estar controlado por la lógica y la racionalidad. También somos seres de emociones, instintos y deseos. El truco está en encontrar el balance, en usar el amarillo como espacio para reflexionar sin ser absorbido ni por la rigidez del orden apolíneo, ni por el caos del impulso dionisíaco.
Verde: Actuar
Finalmente, el verde del semáforo es el momento de la acción. Después de haber parado, pensado y equilibrado las emociones y deseos con la lógica, llega el momento de avanzar. El verde invita a la acción consciente, pero informada tanto por la racionalidad como por el impulso. Es el momento en que puedo combinar lo mejor de ambos mundos: la estructura que Apolo y Atenea proporcionan con la vitalidad que Dionisio y Afrodita nos ofrecen.
En este punto, nos da para haber reflexionado sobre las posibles consecuencias de las acciones, pero también se reconoce que parte de vivir plenamente implica aceptar y actuar en función de deseos y emociones. Aquí, Dionisio y Afrodita no son fuerzas caóticas que desvían, sino energías transformadas y canalizadas que empujan hacia adelante con pasión y determinación.
El verde es, entonces, el espacio donde finalmente puedo actuar, pero ya desde un lugar de equilibrio. No me paralizo por el exceso de análisis (Apolo), ni me precipito ciegamente (Dionisio). Actúo con la confianza de haber integrado ambos aspectos de mi naturaleza.
