¡Buenos días, tardes o noches cafeteras!

Durante esta semana he estado reflexionando sobre las diferentes influencias a las que nos vemos expuestas y lo que molaría poder manipularlas. Por eso me gustaría empezar dando las gracias a mi hermano Aitor por haber hecho que me interesara en su momento por el hip-hop.
A raíz de conocer la figura de Hannah Arendt gracias a Santi, haber vivido la época del COVID-19, estudiar psicología e interesarme por mi competencia cívica gracias a Núria y su reivindicación de la vulnerabilidad, he estado contándome una historia por la búsqueda del sentido, en la que igual encuentras algo donde verte reflejada.
¿Me acompañarías en este café?
Como te comentaba, cuando me introduje en el mundo del hip hop, escuchaba hablar de bboys, freestylers, graffiteros y rap. Buf, ¡qué pasada! el arte urbano me flipaba…
Personas que emitían mensajes con ritmo a una velocidad deslumbrante, movían el cuerpo denotando entusiasmo por lo que hacían o que plasmaban en paredes creaciones inverosímiles.
Con un flow terrible, como diría yo misma en la calle.

Supongo que a casi todas nos alucinaban cosas en la época adolescente que ahora nos dan cierto repelús…
Pero bueno, esto hizo que escuchara a Maria Gabriela Vivas Sojo, su nombre artístico (o a.k.a en esta cultura) es Gabylonia. Una mujer de Venezuela, Caracas, para ser exactas. Y con su rap consiguió sensibilizarme por los problemas sociales, adoptando una postura reactiva ante las injusticias. En esta época no era habitual encontrar mujeres en el Rap y ella tenía letras personales, donde no hablaba de droga ni movidas quinquilleras, hacía crítica social y ponía el chavismo de vuelta y media.
(ya podéis imaginar lo fuerte que fue para mí escuchar y ver lo que aparece en este vídeo cuando tenía 15 años) y me metí de lleno en lo que significaban las siglas del R.A.P: (Revolución, Actitud y Poesía). Hasta tal punto que, gracias a que mi tita Rosa me instó a estudiar y la susceptibilidad hacia ciertos temas sociales que me acompañaba, dirigí mi vida al estudio del comportamiento humano.
Para más inri, en Bachillerato, el profesor de filosofía nos enseñó, como te decía, la figura de Hannah Arendt, una persona de origen judío que era teórica política y filósofa.

Casi escribo una persona judía y me había quedado una legumbre muy singular..

Bueno, que estuvo centrada en temas complejos como la democracia, el totalitarismo, el poder, la violencia y la naturaleza de la acción política.
Además de eso, era periodista la tía, y escribió el libro de «Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal».
Algo duro de leer cuando tienes 19 años y no entiendes una cacota de la vida (ni que con 6 años más entienda algo, pero por señalar la tontuna de la época).
Ya que Eichmann fue un funcionario nazi responsable de organizar el transporte de judíos a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y con “banalidad del mal” entendí que definía el acatamiento burocrático del poder.

Le pillé manía a la política, hasta tal punto de volverme una anarquista filosófica.
Es decir, que en mi mente se sostenía la idea de que las personas con más poder carecían de legitimidad moral para tenerlo y yo no tenía porqué acatar sus normas.
Con mis intereses sobre el cerebro y la conducta humana, las influencias recibidas y todo el apoyo interpersonal que se me había brindado hasta ese entonces, decidí con ayuda inicial de mi tita y mis apoyos familiares, matricularme en la carrera de Psicología por la UNED.

Cursando los primeros años en la Universidad desde mi casa, estalló el COVID-19 y con éste reacciones desmesuradas junto a una mala gestión de los recursos disponibles para paliarlas. Con todo ese rollo restrictivo que vivimos y del que poco escucho reflexiones, pensé nuevamente en la banalidad del mal y en las estratagemas, analizadas por Arendt, que tiene el poder para mantener determinado comportamiento en la población sin ser cuestionado a través de ideología, terror y propaganda.

Supongo que también recordarás el bombardeo propagandístico donde algunos eran culpables de la propagación y otros sufrían las consecuencias, el miedo que experimentábamos y las ideas que teníamos sobre los que SÍ se vacunaban y los que NO.

Siguiendo en el contexto de la banalidad del mal, algo tan simple y rutinario como quedarse en casa, para ciertos grupos de la sociedad, fue un calvario que arrastra desde entonces. ¿Y a quién se lo vas a recriminar si era para frenar la propagación de algo que podía solucionarse esperando? ¿Vas a quejarte ahora de algo? No.
Pero sí me gustaría que no tachásemos a la peña de zumbada de la cabeza por no tener ideas iguales a las nuestras. Las medidas gubernamentales que se tomaron en ese momento entiendo que fueron para tratar de proteger a la población. El problema que me cabe señalar de estas situaciones es que a menudo se ignoran las consecuencias negativas que pueden llegar a darse en ciertos grupos; como en las personas mayores, los trabajadores esenciales y las personas con problemas de salud preexistentes.

Vamos, que a lo que se refería Hannah Arendt de la banalidad del mal se sigue dando en la actualidad y que no necesariamente tiene que surgir de personas malvadas, sino de personas comunes que actúan sin reflexionar sobre las consecuencias de sus acciones. Algo que estimo necesario para prevenir que nos gaseen es empezar a participar activamente en la vida cívica y política de nuestra comunidad…

Para evitar caer en la banalidad del mal a través de la competencia cívica, hemos de caer en la cuenta de la importancia de la democracia, la responsabilidad ciudadana para que la cosa tire y el valor de la diversidad de personas e ideas de las mismas.

ADEMÁS, es importante que tanto tú como yo, tengamos acceso a información precisa y fiable sobre asuntos públicos y procesos políticos (puedes ir recordando aquí la de conspiranoicos que había en la época que comentaba antes) para tomar decisiones informadas y participar de manera SIGNIFICATIVA en la toma de decisiones que nos repercutirán a todas. Y nuestros líderes políticos deberían hacernos sentir cómodas expresando nuestros puntos de vista y debatiendo cuestiones públicas con respeto y tolerancia hacia las opiniones divergentes. Haciéndonos sentir escuchadas y preocupándose de responder a nuestras peticiones.

En fin, dicho esto, espero que tú también te empieces a contar la historia sobre cómo te hiciste más susceptible a ciertos temas y qué acciones te han llevado hasta las reflexiones que tienes a día de hoy para ponerte en movimiento.
Pensar que toda mi actitud está influida por factores externos no controlables e internos controlables y no controlables me llena de gratitud y poder, espero que a ti también y que si no lo sabes valorar, pues por lo menos no molestes a los que sí quieren hacer algo y cuestiones lo que haces.
Un estudio realizado por el psicólogo Philip Zimbardo, conocido por su famoso experimento de la cárcel de Stanford, analiza cómo la banalidad del mal puede conducir a la deshumanización de las víctimas y a la despersonalización de los perpetradores. En su libro «The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil» (El efecto Lucifer: entendiendo cómo las personas buenas se vuelven malvadas), explora cómo las situaciones sociales y culturales pueden influir en el comportamiento humano, y cómo los individuos pueden ser llevados a realizar actos malvados en situaciones donde se percibe la autoridad y la presión social.
En resumen, la banalidad del mal puede tener consecuencias psicológicas importantes en las personas y la sociedad en general, incluyendo la deshumanización de las víctimas, la disminución de la empatía, la normalización de la violencia y la justificación de las acciones malvadas como simples órdenes. Los estudios de Zimbardo son solo un ejemplo de las investigaciones que han explorado estos temas en detalle. Si te interesa, no te quedes sólo con mis divagaciones.
¡Salud y café para todas!
¡Ah! Y un apunte para los nuevos raperos: devolved el significado a sus siglas y no las convirtáis en (R-eto/A quien hace más/P-ostureo).
Dejo aquí un álbum que sigue representando el rap que me gusta:
https://open.spotify.com/album/7mAE5f6LRDyfZZg1qVXNd2 donde en todos los temas, se comparte auditivamente que: «la passivitat és còmplice de la injustícia» como bien indica el Sr. À.