En la anterior reflexión para nuestros momentos de café, traté de comparar las personas con flores para que entendiéramos que cada una de ellas tiene distintas maneras de ser cuidada para desarrollarse óptimamente. Pues bien, dejando atrás pequeñas nimiedades, podemos apreciar que, por lo general, a todas les hace falta luz y agua. Pero para que duren más tiempo o sean más bellas, hemos de aprender la cantidad de luz y agua que les es más favorable. Incluso, si nos ponemos más meticulosos y tenemos en cuenta otros factores, empezamos a ser conscientes del terreno más propicio para su desarrollo, los tipos de vitamina que necesita, etc.
Hoy voy a hablaros de mi proceso de rehabilitación, aunque es comparable a otros, ya que he visto suficientes como para poder escribir durante días. Pero sin embargo, voy a escribir sobre el mío a nivel psicológico, que me dará para escribir toda mi vida.

Empecemos:
Por una parte, las intervenciones médicas pueden no ser suficientes, pero sí necesarias, para lograr los objetivos que una se plantea en la rehabilitación.
Ya que un proceso así afecta a todas las áreas de funcionamiento cotidiano y se es muy vulnerable a ciertas situaciones debido a los cambios tanto objetivos como subjetivos en situaciones familiares, educacionales (laborales cuando curre) y sociales.
Todo esto con la tarea añadida de implementar ciertos hábitos y modificar otros que el cuerpo me pide o ha pedido y por mucho que intente conocer la raíz, sólo le encuentro lógica a la biológica, ¡cómo no!
Por otra parte, la evolución favorable de mi bienestar depende de un apropiado seguimiento a las prescripciones médicas como hacer ejercicio regularmente, dormir bien, no excederse con nada, 0 drogas, etc etc junto a la capacidad para enfrentarme a situaciones estresantes de forma saludable.
Todo esto está ligado a que mi rehabilitación (y la de cualquiera) depende de la capacidad de realizar todos estos cambios y es facilísimo el rápido deterioro con traumatismos craneoencefálicos acompañándote por el camino.
Así que, una rehabilitación depende de:
1. Dificultad para afrontar el evento en sí mismo
2. Dificultad para adaptarse a los cambios consecuentes provocados por el evento en el entorno
3. Dificultad para modificar hábitos
4. Dificultad para mantenerlos
Para lograr los objetivos de mi rehabilitación dependo de:
- Atención profesional adecuada para paliar las consecuencias adversas de un Trastorno de Estrés Post-Traumático debido a múltiples Trastornos Craneoencefálicos
- Lograr una adecuada adherencia a comportamientos saludables que disminuyan mi riesgo a posteriores reacciones neurofisiológicas
Por lo que durante todo este tiempo consciente he tratado ser risueña, curiosa, sincera y activa.
Luego explicaré la teoría del porqué y en otras entradas iré compartiendo experiencias cotidianas para que sea más fácil la comprensión de lo que trato de desarrollar.
La reacción emocional inicial después de un evento traumático como el que me provocó casi la muerte, me produjo reacciones de ansiedad y depresión caracterizadas por sentimientos de miedo constante al abandono y la muerte, preocupaciones por la salud, la incertidumbre acerca de mi bienestar futuro y de culpabilidad por no acordarme de casi nada anterior al evento traumático.
También pasé por momentos de negación de la realidad, como si mis secuelas no existieran. En consecuencia, tenía actitudes “falsamente favorables” resultado de una valoración “inadecuadamente optimista” que a corto plazo puede resultar beneficiosa (como hacer mucho ejercicio y no trabajar mi cerebro) pero que a medio y largo plazo pueden tener un riesgo abrumador, ya que si con este diagnóstico no educo mi percepción mediante la detección a través de autorregistros, mis creencias y cogniciones son factores de riesgo muy limitantes en mi vida.
Para no extenderme mucho, haré un breve resumen de ciertas cosas que pensaba e hice al darme cuenta de que pensamiento, acción y conducta, están estrechamente relacionados:

En mí resonaba que si hablaba con personas que no fueran de mi familia, no me iban a entender, iban a menospreciarme, me iban a abandonar y me iba a morir.
Suena duro y drástico, pero tenía 15 años, acababan de atropellarme y darse a la fuga.
Dicho esto, cuando estuve en el hospital de Badalona, conocí más historias horribles e injustas.
El cambio drástico de esa vida a la isla de Ibiza donde iba a un instituto lleno de personas que interactuaban conmigo como si fuera gilipollas, me elicitó pensamientos de incomprensión que fueron acompañados de libros y conductas de falsa simpatía por temor a hacer daño a personas que creía que se habían preocupado por mí. Ya que tampoco recordaba la relación que tenía con nadie.
Entonces, busqué en los libros la manera de cambiar mi pensamiento fijándome en otras cosas, me empecé a dar la importancia justa y actué acorde a estos pensamientos.
Gracias a esta experiencia, aprendí que la vida puede ser injusta;
que las frases positivas no sirven de nada porque las palabras que la componen carecen de sentido ya que son incapaces de abordar todos los componentes que recoge una etiqueta y éstas varían con cada experiencia personal;
que las situaciones se pueden dicotomizar con un: lo hago o no lo hago si estoy dispuesta a asumir las posibles consecuencias que podrían arrastrar las mismas;
que, exceptuando la muerte, SE PUEDE RELATIVIZAR TODO.
Y dicho esto, os dejo con nuestra colaboración para el domingo 10 de abril, que sale hoy, lunes 11, porque soy como mi abuelo con las tecnologías y me olvido de que pulsando control + Z puedes recuperar lo borrado.
¡Salud y buenos días/tardes o noches!
Hola de nuevo,
Sí me lo permites, me gustaría contarte una historia.
Hace unos 25 años, iba con mí coche y me detuve en la rotonda de Ignacio Wallis. Acto seguido, pasó delante de mí un señor mayor montado en bicicleta. Al no percatarme de su presencia inicié la marcha y lo tiré al suelo.
Prácticamente recorrí un par de metros, pero no pude evitar la colisión.
Algunos conductores me lanzaron todo tipo de improperios.
Me baje inmediatamente del coche y ayudé con mucho cuidado al anciano a incorporarse. Lo subí al vehículo, puse su bici en el maletero y lo llevé inmediatamente al hospital de can mises.
Di mis datos personales en recepción y avisé a la policía.
No me moví de allí hasta que localicé a un familiar suyo.
Luego me enteré de que tenía una costilla rota. A esa edad, cualquier pequeña caída sumada a una artrosis galopante puede resultar fatal.
Sentía que debía asumir la responsabilidad de mis actos, no podía esconderme.
Hay veces que me viene a la memoria este hecho, lo he lamentado en muchas ocasiones, sé que no puedo cambiar lo sucedido. Es por ello, que me resulta inconcebible lo que te hicieron.
No conozco los detalles de tú atropello, sé que alguien lo hizo y se dio a la fuga.
Hay que ser miserable y tener un absoluto desprecio por la vida humana para atropellar a alguien, darse a la fuga y dejarte tirado en la carretera como un animal o despojo.
Encima sí localizas al conductor tienes que soportar su declaración en un posterior juicio con excusas inverosímiles y pueriles, tales como es que iba bebido y bajo sustancias estupefacientes a modo de atenuante, no recuerdo nada, etc.
En este país sale muy barato este tipo de delitos.
No me puedo llegar a imaginar lo que tuviste que pasar, sé que estuviste un tiempo en coma.
Supongo que tuviste secuelas físicas y psicológicas importantes y un proceso de rehabilitación largo y tedioso.
Es como empezar de cero.
Para más inri, cómo sí no tuvieras bastante con lo tuyo, hay que lidiar con la incomprensión y humillación de una sociedad basada en estereotipos, desde el absoluto desconocimiento, que confunde una discapacidad con retraso mental o que estás mal de la cabeza y loco/a. Son connotaciones peyorativas que hacen mucho daño, pero sabes qué…que les den.
Un saludo y no dejes de creer nunca en ti .
Gracias por contarme esta historia, te honra lo que hiciste y me alegra que la compartas por aquí.
Lo poco que sabes, es correcto.
De aquí me viene la misantropía que manifiesto a veces, pero trabajo mi filantropía; el estoicismo me ayuda mucho y buscar el término medio. Y sí, terminar con una vida cuesta muy poco. Estuve tiempo en coma, tengo secuelas de por vida y mucha vulnerabilidad a factores externos estresantes. La rehabilitación fue larga y tediosa, en gran parte por la incomprensión que señalas. He vivido muchas situaciones injustas porque el hombre es un lobo para el hombre y más si el lobo es débil y no sabe qué pasa. Pero no que les den, que lo entiendan. No me cansaré de explicar las cosas a medida que las vaya entendiendo mejor, pero aprenderé a ser más oportuna.
De momento siento lástima por la ignorancia ajena y propia.
Pero como me comentaste, hay que dar de comer a la gente despacito.
¡Otro saludo y espero nunca dejar de creer en mí!